El acoso sexual hacia un niño o adolescente consiste en expresiones verbales seductoras y manipuladoras, caricias o contactos inadecuados dirigidos a la víctima; en cambio, la violencia sexual ocurre cuando se consuma el acto en sí o se obliga al menor a realizar prácticas intimas.
La especialista consideró que es necesaria la atención de los padres ante aquellas señales que delaten que los hijos puedan ser víctimas de acoso o abuso sexual, siendo algunas de ellas los cambios de humor constantes, hiperactividad, agresividad, pérdida de interés, baja autoestima o sensaciones de miedo.
Fernández afirmó que los acosadores o abusadores sexuales infantiles suelen ser personas cercanas a las familias de las víctimas, con una conducta aparentemente amorosa, y, contrario a lo que se piensa, no resultan odiosas ni muestran actitudes hacia el mal, sino suelen acercarse al menor para ganar su confianza y cometer el delito, por tanto, advirtió que es necesario instruir desde pequeños a los hijos para que sepan cómo actuar ante esas situaciones.
Agregó que estos son delitos con consecuencias legales y que pueden generar daños en la salud física y mental de los agredidos, alertando que en muchos casos, cuando los niños abusados se convierten en adultos tienden a repetir el mismo patrón y convertirse en abusadores sexuales.